Capítulo 4 - El olor de la magia
Caminó hasta mí con su característico paso altivo. Su rostro inmutable.
La punta de su varita tocó la tela que cubría mi boca.
-Y ahora… Si te portas bien, te quitaré esto, asquerosa sangre sucia -susurró posicionándose peligrosamente cerca de mi cara. Su aliento helado me acarició.
Lo miré tan agresivamente como pude, pero no hice gesto alguno con la cabeza.
Él retiró la tela con ayuda de su magia. Ni por esas se permitiría que su suave, fina y perfecta piel pura siquiera me rozara.
Lanzó la tela hacia un rincón y dio unos pasos hacia atrás, como si mi mera cercanía lo incomodara. Su nariz se hallaba arrugada. ¿Le olía mal? ¿Mi sangre era tan potente como para provocarle eso? ¿Olía la inmundicia a muggle?
Como respuesta, mi sangre hirvió. La sentí correr alterada, provocando asimismo que mi respiración sonara más fuerte.
-¿De qué quieres hablar, Malfoy? -mascullé.
Él me examinó largamente, recorriendo cada parte de mi anatomía con sus ojos, aquellos ojos fríos y grises que provocaban pesadillas.
Hizo un gesto asqueado al chocarse con mi mirada.
-Tenía pensado hacer un simple recorrido por el castillo esta noche, pero siempre que planeo algo, uno de los Potters tiene que meter las narices donde no les llaman… -pareció divertirle el nuevo apodo con el que nos había bautizado, porque lo repitió-. Los Potters… El Cara-Rajada y sus dos perros: la comadreja y la sangre sucia. Lamentable…
Escucharle hablar así de mis amigos hizo que me alterara.
-No hables así de ellos -le advertí, obviando la parte que me tocaba a mí.
Aquello lo entusiasmó de una forma impresionante.
Se dignó a acercarse a mí, relamiéndose los labios con picardía.
-¿O… qué? -se mofó-. ¿Qué vas a hacerme, sangre sucia? ¿Crees que te liberarás de tu silla, te enfrentarás a mí, saldrás impune y te escaparás? -Malfoy rompió a reír.
Fue como una bofetada. Si acaso dolió más.
Sentir la forma en que él se sabía vencedor y yo una simple ilusa a merced de lo que él quisiera hacerme.
Podría matarme y no habría prueba alguna de que él había sido mi asesino.
Podría maltratarme, dañarme, lanzarme tantos cruciatus como quisiera, violarme, hacerme sangrar y dejarme a mi suerte… Y nadie, nadie, jamás, sabría que él, Draco Malfoy, había sido el que me había sacado de Hogwarts y conducido hasta un oscuro sótano en el que me había aprisionado.
Tenía muy pocas opciones.
Ser obstinada y no colaborar no era una de ellas.
Suspiré profundamente. Él seguía disfrutando de su chiste particular.
-Dime, Malfoy -probé nuevamente.
-Eso está mejor -se sonrió, victorioso-. ¿Sabes el problema de nuestra relación dónde ha estado siempre, Granger? -cambió bruscamente de tema-. Al cabo de los años siempre me he sentido confuso con respecto a ti. Demasiado… -se apretó las sienes antes de mirarme-. Pero ahora he tenido verdadero tiempo para reflexionar…
“Tú reflexionando… Eso sí que es un prodigio de la naturaleza”, me mofé interiormente.
-El problema siempre has sido tú -bufó-. No tú únicamente, sino también el Cara-Rajada y la comadreja… Siempre tan estúpidos y creídos, pensando que entregándote su amistad te harían creer que eres una más de los nuestros. ¿Pero sabes qué? -no supe por qué sus palabras me estaban hiriendo tanto. Quizá porque en parte yo había pensado igual en mis momentos tristes-. Que este no es tu mundo. No es tu lugar. La magia no te pertenece. Y… que ellos te hayan tratado tan protectoramente te ha confundido, haciéndote creer y convenciéndote a ti misma de que debes estar aquí, de que perteneces a este mundo… San Potter -se burló-. Él y sus causas perdidas… -me lanzó una mirada capaz de helar un océano-. Y los Weasley siempre apoyando sus sandeces -escupió al suelo, como si la misma mención le hubiera provocado malestar de cuerpo.
-Los Weasley son una gran familia -dije valientemente, forzando a que mi voz sonara firme y decidida. Retuve las lágrimas tanto como fui capaz-. Ellos…
Malfoy hizo pucheros.
-Oh, déjame adivinar… ¿Ellos te trataron como a una hija más? -pestañeó varias veces seguidas, imitando a alguien que me recordó a Parkinson-. Érase una vez, una muggle… A la que unos magos sin apenas poderes decidieron adoptar como mascota. Ellos acogían en su casa a ratas, traidores y sabandijas… Y la muggle se creía especial por ser una más. No te creas especial por eso -se asqueó.
-¿Por qué haces esto? -pregunté, sin poder evitarlo. Las lágrimas cedieron. Aparté el rostro para que cayeran sobre mi hombro y mi cabello enmarañado le impidiera verme llorar.
Esta vez sí me tocó.
Me cogió con dureza de la barbilla y me obligó a mirarlo fijamente.
-Porque necesitas descubrir cuál es tu lugar, sucia Granger… -susurró muy suavemente, igual que si me estuviera cantando una nana-. Has estado perdida todo este tiempo, y yo he llegado para enseñarte el camino que debes seguir.
Sacudí la cabeza para soltarme, pero me sujetó con más fuerza.
-Estás sucia porque naciste de muggles. Te enseñaron la magia que ellos quisieron. Pero yo puedo abrirte los ojos a la verdadera magia -se había ido acercando a mí hasta quedar a escasos centímetros de mis labios-. Hasta que no seas capaz de extraer magia de la luz y convertirla en oscuridad, para mí seguirás siendo un fracaso.
-Jamás usaría la magia negra.
-Sucia y estúpida Granger… -murmuró, tan cerca de mí que creí que iba a besarme.
Y entonces, inesperadamente, golpeó mi frente.
Fue un movimiento calculado, preciso, que golpeó en la mitad exacta de ella y me sacudió entera.
La sala se volvió oscuridad para después llenarse de una luminosidad cegadora. Pestañeé tratando de poder ver algo, y de pronto sentí que me hallaba sola en el aire y caía. Caía y caía en la nada. No estaba la silla, ni la sala, ni Malfoy. No había nada más que vacío y luz. No podía acertar a ver el suelo ni si existía un techo. Solo caía vertiginosamente y mi cuerpo era atraído con una fatalidad angustiante hacia abajo.
Otro golpe me hizo viajar a través de mis recuerdos. Me vi de niña en casa, con mis padres. Me vi correr a recibir a mi abuela. Mi madre había preparado un bizcocho y lo llevaba en una bandeja metálica. Olía a yogur, a limón, a…
Otro golpe y una sacudida me transportó a mis años en Hogwarts. Me vi sentada con el Sombrero Seleccionador. Escuché los vítores de mis compañeros de casa. Me vi pasando las pruebas para llegar hasta Quirrell, me vi petrificada en la cama de la Enfermería. Huyendo de un hombre-lobo, besando a Víctor Krum, recibiendo a Harry en la casa de la Orden, asistiendo al entierro de Dumbledore…
Alguien gritaba.
Sirius muerto, Cedric muerto, Dumbledore muerto.
Alguien gritaba cada vez más fuerte.
Mis amigos peleados por el Torneo de los Tres Magos, sin hablarse durante meses. Ron besándose con Lavender.
Tuve que taparme los oídos para tratar de amortiguar el dolor que me producían aquellos gritos de dolor.
Corría por un pasillo vagamente familiar. Estaba oscuro. Había hileras e hileras de estanterías repletas de unas esferas que resplandecían. Profecías.
Estaba en el Ministerio de Magia. Los mortífagos nos perseguían. Me separé de mis amigos en la huida.
Tropecé contra algo y caí.
Y al tratar de levantarme los vi.
Los cuerpos.
De ellos.
Muertos.
Luna muerta.
Neville muerto.
Ginny muerta.
Ron muerto.
Harry muerto.
Aquel grito se intensificó dolorosamente hasta arrancarme de aquella visión o pesadilla o lo que fuera y salí de ella para darme cuenta de que aquella persona que gritaba había sido yo todo el tiempo. Mi cuerpo se retorcía por el sufrimiento y me hallaba sudorosa y agitada. Me hallaba completamente cubierta de mi sudor y mis lágrimas. Mi corazón bombeaba furiosamente. Mi cabeza iba a estallar.
Costosamente pude discernir a Malfoy entre aquel dolor.
Su rostro, lejos de lo que cupiera la pena pensar, no era alegre.
Estaba serio.
Pareció apiadarse de mí, porque nuevamente golpeó mi frente, y una absoluta calma me inundó.
Me liberé de la tensión, de la pena. La tristeza fluyó y voló lejos de mí.
Mi respiración comenzó a asentarse y me obligué a inspirar profundamente y exhalar con calma.
Inspiré y expiré.
Inspiré y expiré repetidas veces.
Lentamente mi mente comenzó a despejarse.
Mis sentidos volvieron a su lugar, se adaptaron al sótano, a los olores de este y su oscuridad envolvente.
Cerré los párpados para ayudarme en mi tarea.
El olor al cuerpo de Malfoy llegaba hasta mí.
El olor a humedad.
El olor a cerrado.
El olor a las cuerdas que me mantenían atada.
El olor a mi propio sudor.
Me dejé guiar por los olores y las sensaciones.
Hacía algo de frío. Dejé que mi cuerpo se relajara para poder disfrutar de él.
El frío me reconfortó.
Pero había algo más.
Había un olor peculiar. Algo que jamás había percibido.
Tan pronto intenté ahondar más en él, desapareció.
Abrí los ojos con curiosidad.
Él pareció leer mis pensamientos.
-Eso que has olido era la verdadera magia.
NDA: Y hasta aquí el capítulo 4, es algo cortito pero espero que os guste. Qué ganas tenía de ver a Malfoy entrar en acción!!
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