Capítulo 2 - El momento que Colin quiso capturar


Capítulo 2 – El momento que Colin quiso capturar










Ron no osó dirigirme la palabra en todo lo que duró la cena.

También hay que decir en su favor que no habló con nadie más. Y apenas comió.

Su mirada era ausente.

Para cuando me cansé de fingir que lo que había en mi plato era apetecible y rumiarlo en la boca sin ningún fin concreto aparte de el de hacer creer a mis compañeros que guardaba algo de apetito, lo aparté.

Me levantaba de la mesa con la única idea de marcharme a la Enfermería cuando Ron me sujetó el brazo.

Lo miré con incredulidad.

-Vas a ver a Harry -no era una pregunta.

Eso era lo primero que me decía desde que lo dejé plantado en el pasillo, tras salir del despacho de McGonagall.

-Sí.

-Voy contigo.

Por una vez, su seguridad me abrumó.

Había algo en su semblante que no había admirado nunca antes. Una férrea determinación, una obstinación por un objetivo que se veía inalcanzable. Aquella fuerza y seguridad eran las que Ron escondía en lo más profundo de su ser, esas que tanto miedo tenía de sacar al exterior.

Nuevamente, el trayecto hasta la Enfermería fue silencioso. Únicamente el sonido de su respiración y sus pisadas me acompañaba.

Le lancé una o dos miradas con disimulo, tratando de indagar en qué era lo que lo movía ahora, qué sentimiento había finalmente decidido por aparecer y manejarlo como a un títere y por qué él se había entregado con tanta facilidad.

No tuve tiempo de divagar más sobre el tema, pues pronto me vi doblando la esquina que llevaba a la Enfermería.

Ron fue el primero en entrar.

Y, siendo sincera, no había previsto la reacción que iba a tener.

-Hola, Ron, ¿qué hacéis a…? -saludó Harry desde la cama, mientras Ron se acercaba con grandes zancadas hacia él.

No pude verle el rostro. Por eso no evité lo que hizo después.

La bofetada que profirió sobre la mejilla desnuda de Harry nos enmudeció y paralizó a quienes estábamos en la sala.

La señora Pomfrey dejó caer la bandeja metálica que llevaba con unas jarras de zumo de calabaza. Zabini se quedó boquiabierto, incorporándose en su propia cama asombrado, sin poder creer lo que acababa de presenciar. Un chico que parecía ser de tercero enrojeció incómodo, como si aquello fuera algo demasiado personal y privado como para haberlo visto.

Harry se hallaba estático. Tan inmóvil como una estatua.

Me llevé la mano a la boca, conteniendo un chillido histérico, cuando Ron sujetó a Harry por la camisa y comenzó a zarandearlo.

-No voy a dejar que te mueras, ¿me oyes? No lo harás. ¡No lo permitiré! Me da igual lo que creas que te da derecho a acudir a un suicidio en toda regla, pero yo no te dejaré. ¡JAMÁS DE LOS JAMASES! -le gritó en la cara, sin dejar de moverlo hacia uno y otro lado, como yo recordaba haber hecho con él horas atrás.

Harry se dejó mecer por la furia de su amigo. Se había convertido en un muñeco de trapo inanimado. No tenía expresión en el rostro, ni fuerza al parecer para mantener su propio cuerpo, pues caía desmadejado como si hubiera perdido el control de este, o como si su voluntad no fuera la suficiente para encargarse de él.

-Te he apoyado desde que nos conocimos, he sido tu amigo y te he tratado como a mi hermano. No te he discutido en las decisiones que has tomado, a pesar de que hemos estado a punto de morir Hermione y yo en cada locura que se te ha pasado por la cabeza. ¿Pero sabes qué? ¡Hemos ido! ¡Los dos! Hemos creído en ti y seguido tus pasos. Desde primer año en que nos hiciste enfrentarnos al perro de las tres cabezas, luchar contra Quirrell y rescatar la Piedra Filosofal. Hemos descifrado enigmas, vencido a Quien-Tú-Sabes decenas de veces y entrado en el Bosque Prohibido. Me he metido en una cueva con miles de arañas gigantes y hasta te seguí al Ministerio para buscar la maldita profecía, Harry -diciendo esto lo soltó sólo para clavarle un dedo en el pecho-. Lo hemos hecho todo por ti. Cuanto nos has pedido y cuanto hemos podido. Todo. ¿Y para qué? ¿Para que ahora te obsesiones con un par de cerdos que le lamen el culo al Señor Tenebroso? ¡No puedes ir tras ellos sin más! ¡NO SIN MORIR EN EL INTENTO! -le gritó, a pesar de no ser necesario, pues no había ningún otro ruido en la estancia y se le escuchaba perfectamente-. Mírame, Harry, ¡mírame! ¿Crees que me merezco cargar con tu muerte? ¿Crees que yo podría ser feliz al saber que mi mejor amigo ha muerto porque yo fui lo suficientemente cobarde de no impedirlo? -su voz comenzó a temblar. Ya no parecía enfadado y cargado de ira, sino deshecho por el dolor y la culpabilidad-. No, no podría… -su voz se convirtió en un murmullo. Cayó al suelo de rodillas, provocando un ruido sordo-. No podría, Harry… No podría perdonármelo.

Ron se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar sin consuelo.

Era la primera vez en toda mi vida que lo escuchaba llorar de aquella manera, como si lo hubiera perdido todo: su familia, su ilusión, su esperanza de vivir. Fue desgarrador y me encogí desde donde me había quedado parada.

Sus palabras habían descrito perfectamente lo que rondaba por mi mente, y me había sobrecogido al escucharlas por boca de otro. No me había parado a pensar en que Ron pudiera ser tan profundo, en que su cabeza siquiera tuviera la preocupación por el mañana o por un futuro devastador.

Aquella escena era espeluznante.

Ron lloraba en el suelo, de rodillas, junto a la cama de su mejor amigo, que dejaba deslizar por su cara unas lágrimas silenciosas. El único gesto que se le ocurrió hacer, aunque dudó en ello, fue poner su mano sobre la cabeza de Ron, quien se encogió al tacto.

Y entonces Ron, por segunda vez en aquella noche, me sorprendió con creces. Se abalanzó sobre el cuello de su amigo, abrazándolo tan largo era, y llorándole en el hombro, sin poder contenerse.

Miré impresionada a mi alrededor.

Madame Pomfrey sorbía su nariz en un pañuelo y limpiaba aquellas lágrimas indiscretas que le caían. El chico de tercero se había cubierto la cabeza con las sábanas, y me pregunté si él también lloraba. Zabini, que debería estar riéndose y mofándose con alguna de sus burlas características, parecía realmente afligido. Me pregunté si estaba pensando en alguien como… Malfoy. ¿Zabini y Malfoy tenían un vínculo tan estrecho como lo tenían Harry y Ron? ¿Zabini se habría atrevido alguna vez a expresarle sus sentimientos a Malfoy como acababa de hacerlo Ron? ¿Había sido capaz de decirle algo así? ¿O de abrazarle de aquella forma tan cariñosa?

Algo mojó mi rostro y me llevé una mano para limpiarlo. Cuando lo miré, vi que eran gotas de diamante.

De modo que hasta yo, inconscientemente, había estado llorando mientras presenciaba lo que Ron le decía a Harry. Me había quedado tan impresionada que no me había dado cuenta de que llevaba toda la cara húmeda, igual que el cuello de la camisa.

Tenía miedo de romper aquel momento mágico que habían formado mis amigos.

Así que hice lo que mejor sabía hacer.

Me acerqué y me uní a su abrazo.

Y lloré con ellos.

Habríamos permanecido así hasta a saber cuándo de no ser por una ráfaga de flashes que nos relampagueó de golpe.

Ron saltó hacia atrás y parpadeó repetidas veces, Harry se frotó los ojos y yo saqué mi varita, apuntando hacia la entrada de la Enfermería, de donde me había parecido percibir que procedía la luz.

-¡No tenías derecho a hacer eso! -lo acusó Ron, con cara de pocos amigos.

Colin Creevey bajó su cámara con evidente estupor.

-Vaya, lo siento, he creído que sería un momento que os gustaría recordar -se disculpó, rascándose la coronilla con una mano mientras con la otra sujetaba su inseparable cámara.

-Pues has creído mal -replicó Ron, que estaba más rojo que Colin-. No sé por qué querríamos tener un recuerdo así.

-Ron… -intervine con tono condescendiente-. Colin sólo trataba de ser amable.

-Tiene razón, Ron -habló por primera vez en mucho rato Harry, que parecía haberse recuperado-. Además -añadió, dirigiéndose hacia el Gryffindor-, a mí me gustaría mucho conservarla -y le guiñó un ojo.

Colin no cabía en sí de gozo.

-¡Claro que sí, Harry! -se ofreció enseguida-. Seguro que te encantará. Te la traeré en cuanto haga el revelado mágico.

-Muchas gracias, Colin.

-¿Y usted a qué venía a la Enfermería a estas horas, señor Colin? -terció la señora Pomfrey entonces.

-Oh, eh… Quería saber si Harry estaba bien. Había escuchado lo de la pelea y mi hermano estaba preocupado -razonó Colin. Se removió como si hubiera recordado algo. Sus ojos se volvieron hacia la otra camilla, en la que estaba Zabini, que no perdía detalle-. Vaya, tienes un aspecto horrible… -observó, acercándose hacia él mientras alzaba su cámara-. ¿Puedo…?

-Atrévete -replicó el Slytherin, en un siseo.

Los ojos de Colin se abrieron mucho y regresó sobre sus pasos hacia la puerta despidiéndose:

-Acabo de recordar que tenía que ir a… Buenas noches, Harry.

Y se marchó sin más manifestaciones.

Nos reímos por lo bajo.

Colin era extraordinario. Un niño grande.

A pesar de que nos llevábamos un año de diferencia con él, siempre me sentía en la obligación de defenderlo y escuchar sus sandeces, como un pequeño que se alegra de contarte sus aventuras en el bosque.

-Ustedes también deberían marcharse -se dirigió hacia nosotros madame Pomfrey. Era una invitación para ello.

-Que descanses, Harry -susurré.

-Buenas noches, chicos -se despidió él.

Ron asintió.

Aquella noche, extrañamente, no necesité un conjuro para dormir.





Pasen por ellas para dejarme todo su amor 💜


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